La himalayista capitanea un formidable equipo femenino de bicicleta de montaña
10.09.2013 | 13:50
Félix F. Méndez
Una a Una nació hace dos años con la idea de fomentar entre las mujeres la práctica de la bicicleta de todoterreno. «Cuando seáis cinco me avisas», cuenta Rosa que oyó al exponer su proyecto. Hoy son cuarenta (jarabe de palo para los escépticos que no creen en el deporte femenino), planean rutas cada fin de semana, realizan salidas nocturnas y, como la capitana tira al monte, combinan, siempre que una cumbre se pone a tiro, la bicicleta con la escalada.
Pero no solo de músculo y pulmón vive el deporte, también de corazón, y Una a Una no desaprovecha ocasión para demostrar su compromiso y sensibilidad social. En fechas recientes el club ha culminado dos proyectos en colaboración con la empresa de ingeniería Fluor con los que ha recaudado dinero para la compra de hand-bikes destinadas a discapacitados: «pedaladas solidarias», ruta ciclista entre Gijón y Tuiza (95 km.) completada con la ascensión a Peña Ubiña (2.417 m.), y «escaladas solidarias», con varias integrantes del club desplazadas a Ecuador donde hollaron la cima de los volcanes Cotopaxi (5.943 m.) y Chimborazo, cuya cima (6.268 m.) es el punto de la superficie terrestre más alejado del centro del planeta (1.500 metros más lejos que la mismísima cumbre del Everest).
Rosa Fernández, himalayista del máximo prestigio, ha superado seis de los catorce ochomiles del planeta (Everest, Makalu, Lhotse, Gasherbrum-II, Manaslu y Kangchenjunga) y un nuevemil (un cáncer de mama). Y ahora maduraba la idea de encararse al K-2, el coloso pakistaní, la crueldad misma tallada en hielo y piedra, pero la reciente tragedia vivida al pie de su base con el asesinato de un grupo de escaladores a manos de talibanes ha exigido una inmediata revisión de planes. No ha de tardar mucho su cromosoma aventurero en encaminarla hacia un nuevo reto. En 2007 culminó el «proyecto siete cumbres» con la ascensión a los techos de Europa, África, Asia, las dos Américas, Oceanía y la Antártida. En 2006 se le había ocurrido la romántica idea de cruzar la meseta tibetana en bicicleta, desde Lhasa hasta Katmandú (1.000 km.). ¿Y cuál dirían que era la más acuciante dificultad de la empresa? La altitud, afirmarán unos; la comida y el agua potable, asegurarán otros; la inseguridad política de la zona; la logística de desplazar el material hasta el otro extremo del globo? Pues también, sí, pero había otro problema más urgente: Rosa no sabía andar en bicicleta. Sirva la anécdota para asomarse a la fascinante personalidad de nuestra canguesa universal. En 2012, y con fines solidarios, se repitió la Lhasa-Katmandú ya acompañada de las chicas de Una a Una.
Mientras sus fogones siempre encendidos cocinan un nuevo desafío, sus compañeras de Una a Una disfrutan del enciclopédico conocimiento de Rosa de la geografía asturiana, de su buen humor, de su pasión por el deporte y de sus contagiosas ganas de explorar esta Asturias nuestra, patria querida, casa vieja con el más hermoso de los jardines que los asturianos, tercos, a veces necios como pocos, apenas conocemos.
Del nivel deportivo del grupo hablan los resultados en pruebas competitivas. El éxito más reciente vino a suceder en la III Maratón BTT Comarca de la Sidra, celebrada a mediados de agosto en Villaviciosa sobre un durísimo recorrido de 54 kilómetros con participación de 201 ciclistas de todo el norte de España. Excepcionales allí las carreras de Paula Quiñones y Puri Suárez, clasificadas ambas en tercer lugar de sus categorías: absoluta y máster-30 respectivamente.
En el horizonte inmediato de Una a Una, de nuevo con fin solidario, etapa ciclista desde el Cantábrico hasta el macizo central de Picos de Europa y ascensión a Torrecerredo (2.650 m., cota máxima de todo el noroeste de la península). Si el día en que la Vuelta Ciclista a España llega al Angliru alguien ve un grupo de beteteras de malva cerca de la cima gritando ánimos a los ciclistas, son ellas, las más ruidosas, las más atrevidas, las chicas de Una a Una.